sábado, marzo 21, 2009



Un pequeño apunte desde la superficie de la tierra







Desde pequeño soñé con letras, soñé canciones y emociones. Cuando no sabia escribir, escribía sin sentido, volaba, cantaba, y movía a soldados y vacas con algún juego de granja que todavía no me acuerdo quien me regalo. Hoy preferiría usar la Royal que quedo de ese hombre que siempre en mi familia nos dignamos de llamar abuelo, quizás porque el se gano ese titulo casándose con mi abuela (cansándose capaz) y teniendo un rol paternalista con todos nosotros, aunque yo no lo conocí, murió una semana antes de mi nacimiento, pero a veces hasta dejando de lado a mi verdadero abuelo, ese ser que lo prefiero creer inentendido por el resto, que juntaba tornillos y todo lo que viera en la calle para seleccionarlo y guardarlo en una gran cajonera al estilo de las de las ferreterías que tiene en el lavadero de su casa. Creo que fue el que me dio el gusto por mirar aviones, aunque creo que nunca vimos uno juntos, pero mi memoria me dice que fue el quien estuvo en la escuela de mecánica de la armada, de el era ese avión de fundición, trofeo de algún merito que nunca me explicaron porque claro, nadie se acordaba. Si, ahora que lo pienso dos veces, era el y sus revistas viejas, llenas de publicidades inentendibles sobre repuestos de aeronaves, accesorios y todo para el aeronauta y era el que nos hacia pasar por ese Mirage que estaba en la entrada de un edificio en algún lado de la provincia de buenos aires.

Como verán mi memoria no es de las mejores, sin embargo esta llena de recuerdos que por algún lado tienen que salir. Hoy le toco a Elsi. Perdón, no lo presente, mi abuelo, Elsi Binaghi. Mi duda sobre su nombre alguna vez me la curo mi mamá, su hija, pues si, Elsi es un nombre a pesar de que no suene como tal y es de hombre. No imaginaria a Elsi si lo conociera con bigote y esa pelada llena de manchas que tiene coronándolo. De chico me buscaba por la casa, se la lustraba y me mostraba como brillaba. Como olvidarme de esa casa, siempre llena de cosas por descubrir, los discos, el olor, y la luz tenue entrando por la ventana del living que nunca se llenaba. El ruido del cuero de los sillones bajos, las flores de tela y plástico, con colores fosforescentes y el mueble lleno de tazas, platos, y cosas de colección, todas ellas sin importancia al lado del Citroën 3cv, modelo 28 en escala. Celeste, el Citroën celeste. Un Winco en la punta, nunca lo escuche sonar más allá de algún golpecito que le dábamos con mi hermana. El cuarto enorme donde guardaba de todo un poco, con la caja fuerte que en plena travesura trabe con toda la colección de estampillas adentro. Y si, no puedo dejar de leer los cuentos de Cortazar sin imaginar que ocurren en su patio, porque lleno de verde, gnomos y colores, era para mi una aventura que se daba pocas veces por año.

Ahora todo me parece chico y triste, las cosas viejas son solo viejas y no tienen la magia que me deslumbraba de niño. No es que Elsi ya no tenga ganas, ni que su calva se haya quedado ya sin brillo, creo que soy yo que crecí, que ahora me dicen adulto, grande, responsable y todo eso me llena de miedo. Por ahí también que ahora soy yo al que insipientemente le empieza a desaparecer el pelo de la cabeza, pero los ojos son los mismos, los míos y los de el, por eso siempre que veo que un avión, sonrió al cielo y me nace una sonrisa.






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