Entrada nº71

Hace mucho que no escribo. Mucho más si cuento desde que no escribo en este blog, y más aun desde que no escribo algo realmente interesante.
La escritura siempre fue un drama para mí. Un sueño recurrente mientras navegaba las hojas de los libros era el de hacer soñar a las personas con solo palabras, caracteres, tinta en un papel, pero no puedo lograrlo. Las letras se me retuercen, los espacios me ahogan y las comas se me clavan en los ojos sin dejarme pensar como unir dos palabras para que queden minimamente agradables.
Y no es que tenga el síndrome de la hoja en blanco, porque si puedo escribir, pero nada que sea rescatable. Mis oraciones se vuelven confusas, mi ortografía es comparable con la de un niño, mis historias aburridas y yo, un fracasado. Las biromes son mis enemigas y prefieren suicidarse en un mar de tinta antes de transcribir lo que mi mano dicta. Ojalá Cortázar se apoderara de mi mano y Rimbaud de mi mente para así poder, aunque sea una vez en la vida, releer lo que acabo de escribir y no terminar abollándolo.