miércoles, febrero 20, 2013




Dichoso el hombre que se reconoce enamorado.
Dichoso aquel a quien la voz le tiembla,
le palpita estrepitosamente el pecho,
los días se le vuelan,
la sonrisa no se le borra.

Que se alegren las baldosas que él ha de pisar;
nunca sentirán el peso de alguien tan engrandecido
y a la vez tan liviano.
Saluden las flores desde los puestos callejeros
y que se callen las noticias de los matutinos.

Cuando pasa un hombre enamorado
el silencio hace bailar a las penas.

Dichoso de él.

Pero mayor sea la dicha
de aquella que lo hace levitar.
Dichosa su piel que alegra el tacto,
sus ojos, que inflan al pequeño
para enfrentarse al gigante. 

Dichoso el amor
que se escapa 
esperando ser alcanzado.