lunes, octubre 20, 2008








vendedor a trabajar
que su mercadería
no se va a ir sola
empaqueteme dos
de aquellas seguridades
que tiene de azul
átelas con el piolín mas peludo
y papel madera para dibujar
las necesito para hoy
que voy a afrontar al destino
en una mesa servida
que preparó para mi
hizo guiso de postre
y ostras para cenar
uso sus mejores cubiertos
las servilletas bordadas
se puso el traje de gala
y sonrisa de cemento
no vaya a ser
que en medio de la disputa
se largue a llorar








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jueves, octubre 16, 2008

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Hace tiempo no se me ve escribiendo por estos lados. No es que le haya sido infiel a esa mesa junto a la ventana, que los cúmulos de papeles, abollados y leídos, las tintas chinas de colores y algún que otro retazo de historia, convirtieron en mi escritorio, al cual bautice Eugenia, porque creo que las cosas a partir de que tienen nombre toman una importancia considerable. Obviamente, esto es totalmente discutible y olvidable. Tampoco llené las hojas de mi cuaderno ni las paredes del barrio, estuve inactivo, sin vida, sin aire, sin reflejos. A diferencia, me pasaron muchas cosas, buenas y malas, o buenas que se convirtieron en malas, porque no existen los hechos aislados, solo mentes que los separan para disfrutar mas los de gloria y terminar de enterrar en el olvido el resto. Es como un juego permanente, como una sinusoidal que positiva pasa a ser negativa y viceversa. Pero estoy seguro que mis manos volverán a crecer y a creer, que de ellas brotaran palabras que cantaran amores y desencantos, porque no puedo pasar mucho sin usarlas, como no puedo estar sin respirar.



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